Saltar en paracaídas

Mi primo me hizo una oferta cuando cumplí 18 años: ¿Nos vamos de putas o saltamos en paracaídas? Lamentablemente para él escogí lo segundo. Creo que no se lo esperaba pero mi primo es un hombre de palabra y cumplió. Es el mismo primo al que, después de intentarlo durante años, acabé ganando a los karts.

Salto en paracaídas en Empúria Brava

El lugar escogido fué Empúria Brava SkyDiving, relativamente cerca de Girona, considerada la meca del salto en paracaídas. Era un fin de semana soleado pero con viento. Llegamos en coche a 200 km/h porque llegábamos tarde… mi primo se durmió y yo me perdí por el camino, así que ya teníamos el corazón a mil antes de empezar.

Entramos a toda prisa en recepción, soltamos los 400 eurazos que cuestan dos saltos en tándem y nos convocaron a la plataforma de espera. Estuvimos cerca de 1 hora viendo como iba cayendo gente del cielo, parecía divertido y teníamos muchas ganas hasta que cayó uno sin control… Parecía que se había roto una pierna justo delante de nosotros. Nos quedamos perplejos.

5 segundos más tarde aparece nuestro nuevo mejor amigo, la persona encargada que en el salto no muramos. Nos enseñó los movimientos que debíamos hacer arriba una vez saltaramos. No era nada complicado.

¡Es la hora! – nos dijo el jefe – ¡Vamos al avión!

Me tocó el primero en saltar, mientras el avión subía pude ver la cara que ponían todos mis compañeros, íbamos a morir… Pasaron unos segundos infinitos. ¡Y saltamos! Bueno… me tiró. Me quedé paralizado. No había ni rastro de todos esos movimientos tan sencillos que me habían enseñado. Fue entonces cuando el monitor empezó a darme de ostias en las piernas y brazos para que reaccionara. Para suerte de todos, reaccioné. Me puse en posición y fueron 45 segundos de adrenalina pura. Parece difícil de creer pero caer no da miedo, lo que te hace cagarte la pata abajo es el momento justo antes de saltar.

Parece difícil de creer pero caer no da miedo, lo que te hace cagarte la pata abajo es el momento justo antes de saltar.

Estaba disfrutando del momento cuando de repente, ¡zas! Noté un tirón en las piernas y de 220 km/h pasamos a 30 km/h. Ahora tocaba disfrutar de las vistas de una Empuria Brava en estado de gracia. Hasta entonces no me había percatado del bello paisaje que me rodeaba, estaba absorto por toda la adrenalina que cruzaba mi cuerpo. Entonces, el instructor me cedió el mando del paracaídas, podía ir donde quisiera… ¡Estaba volando!

Fue realmente emocionante, llegamos a tierra y me puse a besar el suelo. ¡Qué alegría y qué satisfacción! No lo haré nunca más en la vida a no ser que me lo paguen o me digan que no tengo cojones a hacerlo con él o ella.